Como a muchos, me encanta viajar, conocer otros lugares, gentes, costumbres, culturas. Es parte del sano y constructivo ejercicio, que atendiendo a la necesidad de aprender, nos ilusiona a intentar comprender. Además, creo que el viajar te abre la mente, dado que la primera enseñanza es que existen siempre diferentes perspectivas, tantas visiones como pueblos habitamos esta tierra.

Pero en la mayoría de las naciones que he visitado, es un denominador común, su sano orgullo, cuanto menos reconocimiento, a su legado histórico, a las gestas de sus conciudadanos, que nadie se resigna a olvidar. España es una extraña excepción a esta inveterada costumbre internacional. Además, realmente es desde el desastre de 1898, cuando se “abre la veda” a una crítica salvaje de España, tan irracional, como desorbitada. La verdad que un nuevo vaivén de extremos absolutamente hispánico.

La crítica al sistema político de la Restauración, que hasta entonces habían efectuado sólo sectores muy minoritarios de la intelectualidad, se transformo en un sálvese quien pueda, que desgraciadamente obtuvo su epígono en el intento de golpe de estado de 1934 y la guerra civil del 36.

“Los últimos de Filipinas” ha desarrollado parte de su rodaje en nuestra tierra, fundamentalmente en Santa Lucia. El elenco de magníficos actores es soberbio, y por lo que cuentan los entendidos en cine, técnica y artísticamente, es sencillamente impecable.

Una buena muestra de lo que se puede hacer, con el estupendo combinado de buen presupuesto, y mejor arte. Pero históricamente, y como no podía ser de otra forma, nuestro ultra subvencionado sistema cinematográfico, ha generado un nuevo panfleto visual. Esta producción, es una sesgada crítica de esta gesta militar española generada para víctimas de la LOGSE, y adaptada al pensamiento infantil imperante en buena parte de nuestra sociedad. El pensamiento de lo “políticamente correcto” determina una forma de pensar que es incapaz de entender que haya personas capaces de luchar y sacrificarse por ideales.

Desde muy joven, mi padre siempre me insistió en que “ni Caín era tan bueno, ni Abel era tan malo”, por lo que suelo rehuir de simples dualidades. Pero hay que partir de la realidad cronológica de que durante 11 meses, entre el 30 de junio de 1898 y el 2 de junio de 1899, un grupo de soldados españoles quedó aislado en la tupida selva filipina, en una aldea llamada Baler. Del medio centenar de militares españoles que integraban la guarnición al inicio del asedio murieron 17, entre ellos su capitán. Hicieron frente a fuerzas filipinas muy superiores en número, una lucha desigual en la que los asediantes sufrieron unos 700 muertos.

Al carecer de información de Manila, resistieron los ataques de los tagalos sin saber que nuestra nación, su nación,  había sido derrotada en Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Finalmente, cuando pudieron verificar que los diarios que informaban de la derrota de España -entregados por los filipinos- eran auténticos, rindieron las ruinas que defendían,  con la condición de retirarse conservando las armas  y sin ser hechos prisioneros. Pelearon como valientes, hicieron lo que buenamente pudieron y una guardia de honor filipina les tributo solemne trato.

Como suele ocurrir, difícil resumir una epopeya de este calibre. Resulta más fácil, para el patético dictamen del crítico de cine Ivan Reguera, que lo resume así: “Estamos hablando de un cine que cuenta una página de la historia de España y que, como tantas páginas de nuestra historia, es ridícula. Porque sólo de miserables, cretinos e idiotas se puede calificar a los que sacrificaron a sus hombres en vez de rendirse y disfrutar del hedonismo que les ofrecían en la puñetera cara los amables filipinos.”. Me repelen los relatos dickensianos, ni tan bueno, ni tan malo, pero ¿es necesario vejar gratuitamente parte de nuestro legado?…….. Lo que quedaba del destacamento abandonó el que había sido su hogar durante 11 meses el 2 de junio de 1899, tras 337 días de empecinada resistencia en los que la bandera siempre flameó en lo alto de la Iglesia. La numantina defensa paso factura: del medio centenar de hombres que habían entrado en el templo hacía casi un año, 15 habían muerto por enfermedad, 2 fueron abatidos por las balas filipinas, 6 habían desertado y otros 2 habían sido fusilados…..pero como grupo, consiguieron un hueco en la historia y un título que resonaría hasta la actualidad: “Los últimos de Filipinas”.

Para que producir una película histórica auto flagelándose, incurriendo en los defectos de la ucronia, analizando una gesta, con nuestra pragmática y utilitaria perspectiva del 2016. Cierto es que puedo comprender que se quiera ofrecer un mensaje antibelicista, pero se puede argumentar el mensaje ofreciendo dignamente la realidad de unos héroes que, a pesar de la distancia, a pesar de la inexperiencia, a pesar de las debilidades, a pesar de los exiguos efectivos, a pesar del abandono político, tuvieron el suficiente coraje para superar un sitio de casi un año de duración.

Luis Nantón
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