De las cosas que funcionan bien en nuestro país tenemos al Banco de España, que pese al color y pelaje de los diferentes gobiernos que nos han asolado, perdón, gobernado, mantiene cierta independencia, y ostenta merecidamente fama internacional por elaborar unos informes extraordinariamente profesionales, detallados y minuciosos.

Personalmente no suelo defender esquemas económicos liberales a ultranza, ni creo que el mercado es algo que se regula solo, sin intervención de nadie, para nada. Pero tampoco creo en un excesivo intervencionismo estatal, que finalmente altera las reglas de funcionamiento del mercado de trabajo. Nos guste o no, el trabajo es un producto, sujeto a la oferta y a la demanda. De hecho, antes era un castigo bíblico, y ahora es un verdadero y muy necesario lujo.

Resulta loable pretender aumentar el SMI, las pensiones, las retribuciones en general, pero hay que disponer de calculadora, realizar previsiones, analizar tendencias y estar muy atento a las distorsiones. Más si nos enfrentamos a una “desviación” como la crisis económica generada por la pandemia, y potenciada por el desgobierno. Pretendiendo mejorar las condiciones, la politizada administración, tal y como era previsible, ha empeorado las contrataciones.

Rafael Mayoral, diputado y secretario de relación con la sociedad civil y movimientos sociales de Podemos ha exigido la cabeza del actual Gobernador del Banco de España Hernández de Cos, indicando textualmente que “Al Gobernador habría que correrlo a “gorrazos” por impresentable. Es impresentable que se permita el lujo de atacar los intereses de la gente más vulnerable con manifestaciones salvajes como las que han hecho en ese informe». Muy en la dinámica progresista, cuando los datos no cuadran, y cuando los informes resultan divergentes, lo que hay que hacer es cortar cabezas. 

La exposición del Banco de España detalla cómo, a lo largo de 2019, la mayoría de los indicadores del empleo agregado mostraron una desaceleración mayor a la observada en el PIB. Pudiéramos obtener un total de entre 90.000 y 170.000 empleos perdidos o no generados. Estadísticamente los puestos de trabajo equivalentes a tiempo completo crecieron un 2,3 % en 2019, lo que supuso una creación neta de empleo ligeramente inferior. 

Además de la pérdida de empleo, la subida del SMI incrementa las probabilidades de pasar de un contrato a tiempo completo a uno parcial para los más jóvenes, quienes también ven reducidas sus posibilidades de encontrar un puesto de trabajo, sobre todo para menores de 25 años. De cualquier forma, el segmento que más lo ha sufrido es el de mayores de 45.

Imaginemos que quisiéramos implementar una medida similar, en la base y sostén de nuestra economía. Que obligáramos para el alta en autónomo a unos ingresos mínimos. Seguro que las afiliaciones, por muy rosa que sea el objetivo, supondrían una meteórica disminución.  Según los registros de afiliación a la Seguridad Social, el empleo pasó de un crecimiento interanual del 3,1 % en diciembre de 2018 a un avance del 1,8 % de diciembre de 2019. 

Es como cuando se ponen a hablar de la famosa “mochila austriaca”. Es todo perfecto, pero a partir de qué cotizaciones hablamos, en qué porcentaje se llena la bolsa común, y quién lo sustenta. Sin completar las incógnitas, todo son discursos vacíos, mientras la caja de las pensiones está más desierta cada día. 

En el caso de la Encuesta de Población Activa (EPA), el empleo se desaceleró desde un crecimiento del 3 % a finales de 2018 hasta un 2,1 % del cuarto trimestre de 2019. Claro que las empresas podrían repercutir el incremento de los costes salariales, si existiera una demanda inelástica, pero nos encontramos en una coyuntura poco favorable. Por eso, apuntaba al principio lo de un seguimiento constante de la coyuntura.

Esto es cuestión de análisis, planificación, sensibilidad con el mercado y todos los agentes. Nada que ver con agenda ideológica, y desconexión de la realidad para obtener beneficios electorales a corto plazo.

Luis Nantón Díaz