No calibramos el enorme peligro que entraña la manipulación de la historia que sistemáticamente pretende el poder. De igual manera que nos imponen su relato para enmascarar la realidad, emponzoñan y alteran nuestra historia para sustentar sus mentiras. Por eso, libros como “MÁS ALLÁ DE LA CONQUISTA, HERNÁN CORTÉS, LA VERDADERA HISTORIA” suponen un enorme soplo de liberador oxígeno. Su autor, el mexicano Antonio Cordero desarrolla un prudente pero valiente ejercicio de honradez profesional. Hay que ponerle una buena dosis de coraje para mirar de frente al abanico de problemas que conlleva el eje fundacional de la historia de México.

Mucho valor para situar la historia en su justo contexto. Pero también es necesario un examen equilibrado y ponderado, para rehuir las fáciles etiquetas. Creamos Dioses y Demonios a nuestra imagen y semejanza, por eso hay que excluir del análisis, sin quitar la pasión por la verdad, esa tendencia a condenar y a disculpar. No reducir la historia, al menos nuestra historia común, a un olimpo de héroes y villanos. Por eso me solidarizo totalmente con la reflexión del autor: “no hemos tenido ganas de pensarnos; nos da miedo buscarnos, porque en una de esas, nos encontramos”. Y en España también sabemos mucho de eso, porque también lo sufrimos.

Una gran nación como México puede entenderse desde la profunda visión que conlleva la fusión de dos mundos. Con la irrupción en la Historia de Hernán Cortes se inicia el violento milagro de dos placas tectónicas que se superponen. Miles de años de historia americana, en su aislamiento, en su multiplicidad y riqueza étnica, se amalgaman con la irrupción castellana, que arrastran a España, a Europa y su intenso y milenario devenir.

Estas líneas no tienen por objeto hablar de Cortés, sino del esfuerzo realizado por Antonio Cordero, y por otros hispanistas, para desentrañar una historia que une, que NO separa, un bagaje que con la serena comprensión de sus luces y sus sombras, nos suma, NO resta, a ambos lados del atlántico. Si hacemos nuestras las sanas reflexiones que supone este libro, extirpando el veneno de dos siglos de propaganda, vemos que México es la patria de Cortes, y ese México, el único México, es fruto de la sorprendente cohesión que cambió el rumbo de la historia.

Sin menoscabo de la epopeya de Cortés, gran parte de su fortuna se forjó al darse cuenta, de que se instituyó en árbitro de añejas rivalidades entre los naturales de un inmenso territorio que empieza a conocer. Los mexicas, desde su ciudad estado, impusieron por la fuerza su hegemonía, sojuzgando al resto de numerosas poblaciones. Los señores de Tenochtitlán, viven en constante rivalidad con los tlaxcaltecas y soportan cierta independencia a los tarascos y a los zapotecas. Es en este complejo ajedrez donde tener conciencia de esas rivalidades y odios, y aprovechar la inmensa fortuna de la aparición de Dª. Marina, supone el comienzo de una nueva época.

Desde las pirámides de la ciudad de los lagos y canales, no se plantearon gobernar, solo contemplaban el dominio y la extracción de beneficios de toda índole. Tributos en materias primas y en esclavos, miles de los cuales fueron sacrificados de forma incesante. Los señores de Tenochtitlán recibían tributos de 371 señoríos y pueblos distintos, y fue ese sistema tributario, tan aberrante y sin contraprestación, lo que provocó que tantos pueblos forjaran una alianza guerrera consolidada por los castellanos. Prueba de la solidez de los compromisos adquiridos, y de los beneficios obtenidos, es que tras la caída de los Mexicas, nadie se plantea expulsar a los que han venido del mar…todo lo contrario. En definitiva Cortés aglutina una fuerza que lucha por liberarse.  

Esta gente no se limitó a extraer recursos, sino que compartió lo mejor de sí misma y vinieron para quedarse. El primer hospital fundado en México fue construido en 1521 y aún sigue funcionando como tal, la primera escuela se abrió en 1523, la catedral vieja de Ciudad de México en 1524, la primera Universidad en 1553 y el primer diccionario español-náhuatl se publicó en 1555. 

De nada sirve el arrojo y el valor si eres “manco” en la fortuna. Y la suerte también acompañó a nuestro intrépido extremeño. Si no hubiera existido Jerónimo de Aguilar, como “hombre de lenguas” todo hubiera sido más difícil. Sobre todo lo concerniente a la figura principal de esta epopeya que es Doña Marina. Fue más que una intérprete. Cortés, pronto, se dio cuenta de su gran inteligencia y de la suerte que le brindaron los caciques del Tabasco. Fue ella la que le explicó lo que en realidad era el imperio de los mexicas, sus creencias y organización, así como su manera de hacer la guerra y la paz. Hernán Cortés supo aprovechar de una manera genial estos regalos de la fortuna.

En todo caso, España carga con sus defectos y vicios, pero las culpas son de la época, y las virtudes, muy de nuestro pueblo. Pero no hubo conquista, sino un maremágnum de acontecimientos donde los españoles, liderados por Cortés, fueron un catalizador. Durante el asedio final a la ciudad, que duró varios meses, la mayoría del ejército que combatió contra los mexicas estaba compuesto por indígenas aliados. Según algunos historiadores, las fuerzas aliadas llegaron a sumar más de 100,000 guerreros, superando ampliamente el número de combatientes españoles. Los tlaxcaltecas, junto con otros pueblos, como los totonacas y cempoaltecas, subyugados por los mexicas durante décadas, vieron en los españoles una oportunidad para liberarse del dominio de Tenochtitlán.

Merece la pena recordar que si bien Cortés muere en España, lo hace como mexicano. En 1545, Cortés se retiró a Sevilla y en 1547 a Castilleja de la Cuesta, donde murió el 2 de diciembre. En su testamento determina a su segundo hijo Martín, heredero del Marquesado, que sus restos deben reposar eternamente en México. Y así fue.

Es una barbaridad darle la espalda a la fusión que se inició hace más de cinco siglos. Un espectacular fenómeno histórico que genera admiración y que hace incomprensible no apreciar el inmenso legado cultural y espiritual del que somos parte viva. Las líneas de Antonio Cordero transmiten brillantemente que somos parte de un hito universal, una obra única y extraordinaria que constituyó un Imperio que dotó a las poblaciones americanas de unos derechos que no habían tenido jamás… y las hizo españolas. Porque no eran de España, sino España.

Luis Nantón Díaz