Estoy casi seguro de que, en base a las matemáticas parlamentarias, el presidente Sánchez está confiado en mantenerse en el poder los dos años que le quedan de legislatura. No importa que eso requiera los votos de la NO-España, con Bildu y los independentistas catalanes como principales colaboradores, sufragando su apoyo a base de indultos, “pasta” a mansalva, cesión de competencias y todo lo que sea necesario.

Pese al reciente cambio en algunas carteras ministeriales, no puede salir nada diferente de un gobierno de neoliberales socialdemócratas, por un lado, y de ultraprogresistas fanáticos por otro. Hablemos de resultados, pues pese al edulcorado mensaje de los medios subvencionados, la ruina continúa creciendo, y no existen propuestas estratégicas a medio y largo plazo que sean mínimamente coherentes y que aporten soluciones. Puro marketing y las ya cansinas retahílas sobre la resiliencia, la eco-economía y su maravillosa agenda 2030.

Generalmente los números son empecinadamente tercos. Volvemos nuevamente a las matemáticas, pese a que a nuestro gobierno no le gustan los datos que arroja e interpreta el Banco de España. Vamos a utilizar como referencia el ejercicio 2020 como punto de partida para esta depresión donde nuestra nación saldó ese ejercicio con un déficit público situado en cotas cercanas al 12% del PIB, una tasa de paro del 17 %, un ritmo de destrucción de empresas de 70 sociedades mercantiles al día y un auténtico desplome del PIB que unido a la anárquica gestión de la pandemia ha provocado una deuda sin control, disparada hasta el 120% del PIB, la más alta de esta centuria y una de las más elevadas de la OCDE. Pero no olvidemos que estamos hablando del año pasado, dado que ya en junio de este ejercicio 2021 superamos casi el 123 % del Producto Interior Bruto, con la cifra de 1430 billones de euros.

Son numerosos los economistas a los que el índice de la deuda externa con relación al PIB les preocupa, como es lógico, pero están mucho más alarmados por el miedo a una inflación galopante que está enseñando sus dientes. Personalmente prefiero comentar lo que ya podemos evaluar sin dificultad. Para que podamos tener una referencia es necesario clarificar que la deuda de junio 2020 a junio 2021 se ha incrementado en 138.560 millones. Bien, pues si miramos los Presupuestos Generales del Estado para este 2021, veremos que la partida de pensiones asciende a más de 160.000 millones, totalizando contributivas, como clases pasivas. Por lo tanto, con esta “desviación” de un solo año, se podrían pagar todas las pensiones de nuestros mayores.

Cada día nos regalan “globos sonda” sobre la necesidad de contener el sistema público de pensiones, pero los partidos políticos de siempre, que viven de inflar la estructura del estado y sus comunidades, ni se plantean racionalizar los medios ni optimizar los recursos. Pese a no dar ni una, el ejecutivo se ilusiona a sí mismo, con el objetivo de reducir este año su nivel hasta el 119,5%, en 2022 en casi cuatro puntos porcentuales para colocarse en 2024 en el 112,1% del PIB, casi 20 más que el nivel registrado antes de la pandemia del coronavirus en 2019. Todos los políticos “cacarean” con la necesidad de cambios estructurales, pero no saben ni de lo que están hablando, ni se espera que elaboren un plan a medio y largo plazo, que no sea el habitual “a ver qué dice Europa, a ver que nos da Europa». De entrada, Europa no da nada que no sea necesario devolver, y para ello exigen unos cambios, muchos de los cuales deberían ser objetivo prioritario de nuestro gobierno. Con los datos que estamos manejando, con las realidades a las que ahora mismo nos enfrentamos, nuestros hijos, nietos, bisnietos y tataranietos estarán trabajando para costear una deuda desbocada, que ya existía antes de la pandemia, y que el virus chino, y la carencia de estrategia, ha potenciado exponencialmente.

Las realidades económicas y sociales no solo son cuestión de estadística y datos macroeconómicos, solo hay que estar en la calle, ver la falta de actividad real y la enorme cantidad de locales cerrados, con cartelería de alquiler o venta. En la sociedad liberal domina la primacía del individuo aislado, la ideología del progreso constante, la obsesión por el crecimiento, el credo de los derechos humanos, el predominio otorgado a los valores mercantiles, la sujeción del imaginario simbólico al simple interés. El actual sistema ha logrado, además, un alcance mundial desde que la globalización ha instituido las transacciones meramente financieras, como sustentadas en productos reales. El liberalismo está en el origen de esta mundialización, que no es más que la transformación del planeta en un inmenso mercado. Inspira, también, lo que hoy se conoce como “pensamiento único” con su catecismo de lo políticamente correcto. Y, sin duda, como toda ideología dominante, es también el ideario de la clase dominante.

Examinando la coyuntura, analizando los ciclos que hemos pasado en estas últimas décadas, creo que sería interesante que los grupos políticos conservadores permanecieran en la oposición, en una distribución de escaños, donde el ejecutivo pueda estar supervisado regularmente por el parlamento, y se asegure el cumplimiento del ordenamiento jurídico, no como ahora. Creo que lo ideal es que tengamos oposición, se genere el necesario control, pero que siga el Sr. presidente en este puesto que tanto le agrada. Si no fuera así, se recibiría una herencia absolutamente envenenada, una gravísima crisis económica y social, que va a conllevar esfuerzos, restricciones y tensiones de todo tipo. Que sea esta gente, la que no ha hecho nada, salvo regalar lo que no tenemos, los que se responsabilicen de lo que han generado. Algún día, como ocurre con la sideral subida de la electricidad, se les acabarán sus casposos argumentos, y su rancia manía de culpar a todo el mundo. Si no, volveremos a la eterna rueda de un periodo de restricciones y apretarse el cinturón, para que vengan los de siempre, nuevamente, a dilapidar y generar una abusiva red clientelar. A lo mejor, bloqueando este movimiento pendular, los ciudadanos tendremos oportunidad de tener conciencia.

No hay, resulta evidente, recetas y soluciones milagrosas. Pero si todavía no nos hemos percatado de que las cosas no se solucionan solas, al igual que verificas que le importas muy poco al actual sistema, puede que perdamos el tiempo. A lo mejor la alternativa está en retornar a lo local, en los circuitos cortos, en el renacimiento de las comunidades, en la democracia directa, en el abandono de los obsesivos valores mercantiles. A lo mejor el antídoto lo tenemos a la vuelta de la esquina simplemente descubriendo que no solo somos consumidores ni simples votantes. Matemáticas para analizar los datos, esquemas matemáticos para aportar soluciones, pero corazón y voluntad para poder cambiar. Darnos cuenta de que la vida puede ser más bella si desistimos de un mundo donde nada tiene valor, pero todo tiene un precio.

Luis Nantón Díaz