La educación nos hace mejores individuos. A todos los niveles, cuanto mejor es nuestra formación, más efectiva es la experiencia y sus frutos. Por eso es importante una instrucción constante, apartando de nuestro camino el triste conformismo de una cultura de la cancelación. Por eso, buscar y pretender la excelencia, es algo necesario, sobre todo cuando se trata de intentar mejorar, por los demás, y por uno mismo.
La excelencia no es un parámetro de calidad o perfeccionismo. Es una dinámica en constante cambio, que se construye con lo que hacemos día a día. No se trata tanto de intentar mejorar -una aspiración absolutamente respetable-, como de hacer las cosas lo mejor posible cada vez. Lidiar por la excelencia en lo que hacemos requiere esfuerzo y sincera pasión. El impulso y el compromiso para hacer las cosas bien y hacer un esfuerzo que nos ayude a mejorar es algo loable, algo que le genera alicientes a la vida.
Y en ello estamos…Edificio del Instituto de Empresa (I.E) en Madrid. Viernes 24, festividad de San Juan y me encuentro recibiendo una clase magistral del Profesor Manuel Uribarrí sobre “Valoración de empresas y proyectos”. Todo es extremadamente interesante, ahondando en herramientas conocidas, pero que siempre hay que refrescar. Tras dos horas de clase, descanso para tomar café y me encuentro con otros compañeros de Canarias, del Advanced Management Program del IE. Me convence para cambiar de clase y disfrutar de la conferencia de Jacobo Parages “El fracaso nos orienta al éxito”, inmediatamente el ponente capturó mi atención, y las neuronas vibraban enérgicamente. No solo eran datos y herramientas, se trataba de compromiso, responsabilidad, instinto de superación…voluntad de poder.
Había oído hablar de Parages, de su historia y de sus retos, en diferentes ocasiones. Sobre todo, por los grandes amigos que mantengo, muy vinculados a la natación. A Jacobo le diagnosticaron, cuando tenía 28 años, una enfermedad crónica bastante dura, la espondilitis anquilosante, que con independencia del deterioro físico que progresivamente opera, vincula tu existencia a un dolor permanente. Debido a esta enfermedad decide empezar a nadar y esto le lleva a conseguir retos de larga distancia en el mar, como el cruce del Estrecho de Gibraltar en junio del 2013 por primera vez y en junio del 2015 por segunda vez en un intento de hacer ida y vuelta, siendo la primera persona que logra este reto con esta enfermedad. Más adelante logra cruzar a nado los 40 kilómetros que separan las islas de Mallorca y Menorca, algo que hasta entonces solo habían hecho 8 personas en el mundo. A partir de ese momento Jacobo toma conciencia del camino, de su sendero. Para muchos, éxito y fracaso deben formar parte de dos caminos diferentes, de tal manera que el éxito se corresponda con la elección del camino justamente contrario al fracaso, pero realmente ambas vías configuran un mismo camino. Quien ha tenido éxito en algo destacado en su vida, sabe también de fracasos y de caídas. Es precisamente en ese momento de abatimiento en el que debemos seguir adelante con más energía, más fuerza y más ganas, aprender la lección que nos quiere enseñar y seguir adelante con absoluta decisión.
Son muchos los retos superados por Parages, y el que desee ampliar la información tiene magníficos videos en YOUTUBE, con sus éxitos en el Estrecho de Gibraltar, Isla de Cabrera, Mallorca y su libro “Lo que aprendí del dolor”, espero que algún día pueda dedicarme mi ejemplar.
Lo comenté con mis compañeros del Instituto de Empresa y pensamos cuando fue la última vez que habíamos fracasado, y que, pese a ello, lo habíamos vuelto a intentar. Porque finalmente hablábamos de responsabilidad, constancia y superación. En cierta medida en la búsqueda de la excelencia en nuestro pequeño, pero ilusionante día a día.
Y por ello, estas líneas están dedicadas a mis compañeros, a mis amigos de esta última promoción del Advanced Management Program del Instituto de Empresa en Canarias. Hemos dedicado un año de nuestra vida a mejorar, a formarnos, y hemos realizado nuestros medidos sacrificios para poder llegar a la meta. Y en todo momento hemos estado juntos.
Hemos disfrutado de una formación de calidad, siempre con primeros espadas, con profesores de gran nivel, sólidos historiales profesionales y académicos, y sobre todo divulgadores desde la libertad de cátedra de la que rebosa toda la Universidad. Que me lo digan a mí, que he mantenido interesantes debates, con muchos de ellos.
Somos un grupo heterogéneo, con edades, experiencias, objetivos, coyunturas e ilusiones diferentes, pero todos unidos por el sano impulso de intentar mejorar. Todos agradecidos a los que nos han apoyado, tanto a nivel personal, como familiar y profesional, disculpando nuestras ausencias de todo tipo durante este periodo lectivo. He aprendido mucho de todos ellos, he asimilado desde la diferencia, desde la divergencia, y ellos me han hecho mejor.
Por eso, cuando escuchaba los retos del conferenciante de aquel viernes 24, pensaba en todas las personas que me han ayudado, y por las que profeso un infinito agradecimiento. En esta ocasión, no solo ha sido formación académica, sino como actuar bien, intentando priorizar el bien común. Por supuesto que hay que generar empleo y riqueza, por eso nos apasiona el mundo de la empresa, pero siempre desde una perspectiva superior, de búsqueda del bien común.
Posiblemente de eso se trata la búsqueda de la excelencia. En este camino de superación no se descansa, hay exiguas pausas y no se consienten excepciones. La excelencia requiere trabajo diario, porque se estructura en tus propios valores, la motivación para obtener un rendimiento óptimo se nutre de un pensamiento: existe la posibilidad de marcar la diferencia. Es decir, de que existe una distancia importante entre lo que seríamos capaces de realizar con un pequeño esfuerzo y lo que seríamos capaces de ejecutar con una apuesta total.
Estoy convencido de que las palabras de Parages, han supuesto un broche de oro, a una línea de pensamiento y acción, simbiosis de un grupo de personas tan espectacular, y una formación que te empuja a buscar la excelencia con humildad. Hablamos de aprender a ganar en compromiso, responsabilidad, superación, confianza y eso supone excelencia.
Por último, aunque resulte obvio, si no buscas excelencia, es difícil que la encuentres. Y perseverar en la excelencia implica actuar con desprendimiento sincero, dando siempre lo mejor de uno. Incluso aunque parezca que la excelencia está muy lejos, en realidad es el interés y el esfuerzo lo que más valor tiene. El hecho de plantearte el objetivo. La lucha supone en sí misma un primer éxito.
Luis Nantón Díaz
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SIEMPRE APRENDIENDO
Ante todo gracias por tu visita.
Te presento un recopilatorio de los artículos que semanalmente se publican en el CANARIAS 7, y que con auténtica finalidad terapéutica, me permiten soltar algo de lastre y compartir. En cierta medida, de eso se trata al escribir, de un sano impulso por compartir.
La experiencia es fruto directo de las vivencias que has englobado en tu vida, y mientras más dinámico, proactivo y decidido sea tu carácter, mayor es el número de percances, fracasos, éxitos… Los que están siempre en un sofá, suelen equivocarse muy poco…
Y, posiblemente eso sea la experiencia, el superar, o al menos intentarlo, infinidad de inconvenientes y obstáculos, procurando aprender al máximo de cada una de esas vivencias, por eso escribo, y me repito lo de siempre aprendiendo, siempre.
Me encantan los libros, desvelar sus secretos, y sobre todo vivificarlos. Es un verdadero reto alquímico. En su día, la novela de William Goldman “La Princesa Prometida” me desveló una de las primeras señales que han guiado mi camino. La vida es tremendamente injusta, absolutamente tendente al caos, pero es una experiencia única y verdaderamente hermosa. En esa dicotomía puede encontrarse ese óctuple noble sendero que determina la frase de aquel viejo samurái: “No importa la victoria, sino la pureza de la acción”.
Como un moderno y modesto samurái me veo ahora, en este siglo XXI… siempre aprendiendo. Los hombres de empresa, los hombres que intentamos sacar adelante los proyectos de inversión, la creación de empleo, los crecimientos sostenibles, imprimimos cierto carácter guerrero a una cuestión que es mucho más que números. Si además, te obstinas en combinar el sentido común, con principios, voluntad de superación y responsabilidad, ya es un lujo.
Si también logramos inferir carácter, lealtad y sobre todo principios a la actividad económica, es que esa guerra merece la pena. Posiblemente sea un justo combate.
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