Continuemos, como amenazábamos el sábado anterior, con las realidades del reemplazo. Sigamos reflexionando juntos sobre el gran reemplazo. Recientemente, dos grandes autores, ambos cáusticamente críticos y de apabullante formación e información, han escrito sobre este crucial asunto. El experimentado politólogo Ernesto Milà y Miguel Ángel Quintana Paz, director académico del Instituto Superior de Sociología, Economía y Política, nos han regalado potentes líneas centradas en la ingente y muy criticada obra del francés Renaud Camus.

Son muchos los que se ríen de los diferentes análisis sobre el Gran Reemplazo, pero son muchos más los que asisten indiferentes a una remodelación extremadamente profunda de la sociedad occidental. Los detractores de la teoría de la sustitución emplean como arma determinante, que se defiende una teoría de la conspiración. Los que promueven continuar ocultando los radicales cambios en la población europea, intentan deslegitimar a los que lanzan llamadas de atención sobre la inmigración. Al parecer, pensamos que hay un grupo de tétricos malvados que se han puesto de acuerdo en un plan “maligno”: reemplazar a los europeos por personas de otros países, porque “es bonito”. El calado de esta manipulación es tal, que figura incluso en la recurrida Wikipedia: por favor, no se resistan y prueben: «se trata de una teoría conspirativa» que como no podía ser de otra forma, y por si acaso uno es torpe, proviene de la detestable extrema derecha. 

No me canso de repetir que las etiquetas de derecha e izquierda han quedado resueltamente desfasadas. Son clasificaciones del pasado. Ahora se trata de si te tragas pacíficamente la agenda 2030 y eres feliz, o si te da por pensar de vez en cuando. Sin embargo, los que han recogido el testigo de conservadores versus progresistas ahora se han aliado, y lo han hecho contra ti. Una vez más los extremos se unen, y se fusionan. La derecha ultraliberal, que quiere globalizarlo todo, las grandes multinacionales que administran más riqueza que varias naciones juntas, disfrutan tranquilamente en Davos, mientras consumen el bonito pastel aderezado por el Foro Económico Mundial, mientras renuevan acuerdos y pactos con las modernas izquierdas WOKE. Ambos defienden la eliminación de cualquier distinción que infiera carácter: sexo, naciones, religiones, familias, etnias, tradiciones… Ambos colectivos comparten el ideal de disolver las diferencias humanas. Unas y otras comparten la apuesta por arrebatarnos las tradiciones y hacernos uniformes. Por todo esto, agendistas de izquierda y capitalistas con carné defienden fanáticamente los beneficios de la inmigración masiva.

Camus es un socialista histórico, realmente un niño terrible de la cultura europea, que finalmente se ha dado un baño de realidad, y ha terminado denunciando una situación insostenible, que cada día es más difícil ocultar. Reitera insistentemente por qué no puede verse su reflexión como una «teoría de la conspiración». «En mi libro de igual nombre, El gran reemplazo», declara en una reciente entrevista, «la idea de una conspiración jamás aparece, pues resultaría un modo del todo ridículo para describir la enormidad de mecanismos industriales, financieros, informáticos, ontológicos e incluso metafísicos que nos han conducido a este desastre: el del hombre reemplazable, intercambiable a voluntad».

Todos los que se empecinan en negar, o trastocar los efectos, de los profundos cambios sociales que están aconteciendo en Europa, cada día lo tienen más difícil. Disimulan las incontestables percepciones, pero antes o después, resulta imposible enmascarar la realidad. Lo cierto es que, la opinión ampliamente mayoritaria en las encuestas es que las inmigración ilegal y masiva en dirección a Europa Occidental ha superado con mucho las líneas rojas. Visiblemente, esta temática se ha convertido en un factor de polarización política que, poco a poco, va desgastando a la derecha, al centro–derecha e, incluso, al centro–izquierda, afirmándose a medida que los problemas augurados por los defensores del “gran reemplazo” se van convirtiendo en cada vez más visibles. 

La rana del caldero en agua calentita, ya se está dando cuenta de la ebullición. No porque la ranita sea muy lista, sino porque el calor es insoportable. Los adversarios de las denuncias del gran reemplazo lo tienen muy difícil para demostrar que el paisaje de los barrios de Europa Occidental no ha cambiado extraordinariamente en solo dos décadas. Si esto lo combinas con los esfuerzos de la agenda 2030 para la natalidad negativa, y promover la cultura de la muerte con el aborto y la eutanasia como derechos, la intensidad de los grados aumenta.

Las tasas de natalidad de los inmigrantes africanos oscilan entre dos, tres e incluso cuatro veces la de las mujeres en edad fértil en Europa. El crecimiento demográfico se sostiene por estos contingentes de inmigrantes, que sí tienen una envidiable cultura de defensa de sus tradiciones, de sus familias y de su visión del mundo. Desgraciadamente no ocurre lo mismo con nuestra gente.

No nos engañemos, el resultado final de la marejada migratoria que estamos registrando terminará con una “sustitución de población” que será irreversible a partir del 2045 y que hará que, en pocos años, la población de origen musulmana empezará a ser mayoritaria y, por tanto, a exigir cambios legislativos sustanciales. En Londres, la población autóctona de origen británico es de apenas un 32%, y así acontece en multitud de ciudades y municipios. Otras referencias, índices de inmigración que no tienen en cuenta a los nacionalizados en las últimas dos décadas: Alemania: 22%, Austria 20%, Bélgica: 12%, Suecia 27%, Países Bajos 25%. Desglose de un inevitable proceso de transformación social. 

Todo esto es un fenómeno, todo esto que está pasando es algo extraordinario, pero nadie nos cuenta que está ocurriendo. Si te gusta o no, si es bueno o malo, decidelo tú, pero intenta reflexionar sobre si es la situación que pretendemos dejar en herencia a nuestros hijos. Su promoción responde a intereses tan minoritarios como poderosos, y siempre con la discutible idea de que los seres humanos somos como intercambiables piezas de Lego, sin identidades, lealtades nacionales, historia o creencias compartidas.

Por otro lado, el problema, porque personalmente lo percibo como un problema, está despertando enconadas y crecientes reacciones en la sociedad europea. Parece complicado que España se mantenga lejos de las mareas políticas europeas, con las respuestas que está dando el electorado, frente a esta alarmante situación. En toda Europa el bipartidismo se desmorona y crecen las alternativas  que prestan atención a los verdaderos problemas de los ciudadanos de clase media, cada día más desatendidos.

Hace una semana iniciamos esta exposición con el griego Antístenes, terminemos en la misma onda con Aristóteles: “Solo hay una manera de evitar la crítica; no hacer nada, no decir nada y no ser nadie”. Pues va a ser que no.

Luis Nantón Díaz