Tarde y mal, como siempre. No saben hacerlo de otra forma. En circunstancias ordinarias, año tras año han ido endeudando el país, debilitando su tejido productivo y fomentando una debilidad social a base de pan y circo televisivo. Esto conlleva, como ocurrió en el 2008, y ahora mucho más, que las alforjas estén vacías, y que carezcamos de recursos para remontar en época de “vacas flacas”. Ahora que nos enfrentamos a una situación mucho más caótica, con una crisis sanitaria y económica de dimensiones todavía por descubrir, seguimos teniendo a los políticos de siempre, para que con su limitante egoísmo y su cortedad de miras lo empantanen aún más.

Los científicos desarrollan su labor, y seguro que esta estratégica comunidad está desarrollando un desmedido y épico trabajo. Pero los ensayos y pruebas de las vacunas, al igual que todo lo relacionado con este nuevo enemigo, requieren tiempo. Mientras, nuestra labor como colectivo, nuestro papel como sociedad es seguir trabajando, es seguir asistiendo al colegio, es continuar sacando adelante un proyecto, una casa, una familia… posiblemente alterar nuestro modo de enfocar el ocio y ajustarnos a la realidad que tenemos delante. Es necesario cambiar muchas cosas, por eso, no podemos continuar soportando a estos partidos políticos de siempre, y sus ineficaces inercias.

Durante meses de confinamiento, unido al periodo veraniego, los políticos tuvieron tiempo para diseñar, en la medida de lo posible, el reinicio del curso escolar. Todos nos percatamos como durante todos esos meses no hicieron absolutamente nada, y dejaron para las dos últimas semanas el desarrollo y ejecución de una mínima estrategia. Se trataba de reunirse con todos los colectivos involucrados para rediseñar todo un modelo educativo, fomentar la digitalización, estructurar los RRHH, remodelar las aulas y los espacios comunes… no hicieron nada, se limitaron a ceder competencias y responsabilidades: gobierno central, al gobierno de canarias, de la consejería a los centros, de la dirección, a los profesores. Un auténtico sálvese quien pueda.

Ahora, volvemos a sufrir una vez más esta contrastada incompetencia, cuando vemos a nuestros doctos gestores corriendo a toda prisa, para ver como instrumentan la llegada de turistas, nuestro medio de vida, nuestro sustento económico, 10 minutos después de obtener la apertura que todos demandábamos. ¿No hemos tenido tiempo?; más de medio año, para diseñar y presentar diferentes programas y estrategias para que el sector turístico pueda sobrevivir, dentro de unos cauces de seguridad públicos y contrastados. Y se trata, con diferencia, de la principal industria de Canarias. Frente a la vital importancia de una gestión brillante, profesional y resolutiva, volvemos a la eterna cantinela de todo tarde y mal. Hay destinos turísticos, con muchos menos recursos, donde solicitan un PCR negativo 72 horas antes del vuelo, lo envías electrónicamente y te facilitan un código QR para evitar colas en la llegada al destino. Aquí seguimos preocupados por quien lo costea, todo tan patético como suicida.

Acaban de meternos otra vez en un toque de queda encubierto, eso sí, con servicio a la carta, para que las comunidades autónomas sigan considerándose diferentes. En nada estaremos en Navidades y tendremos que recibir y enviar los regalos por mensajería, en unas fiestas que nunca olvidaremos. Pero esto es solamente el inicio de un drama que va a ser de largo recorrido, porque nada más finalizar las fiestas de fin de año, acabarán también cientos de miles de ERTES, experimentando las cifras del desempleo un crecimiento brutal para el primer semestre de 2021. Imagino que las subidas de impuestos, las decisivas, empezaremos a sufrirlas tras las elecciones catalanas, previstas para febrero, donde ERC obtendrá una notable victoria. Para esas fechas, es posible que ya este todo encaminado para una nueva alianza gubernamental entre PSOE y PP, que termine con los desatinos más ideológicos y rupturistas de su actual equipo, todo ello para intentar desbloquear las limosnas de Bruselas, que van a racionar a medida que vayamos ejecutando cambios en la reforma laboral y en el sistema de pensiones.

Estaremos hablando, en unos meses, de una España con unas cifras de desempleo en torno a los cinco millones, sin contar los miles de inmigrantes africanos que están llegando en marea, gracias al efecto llamada de unos gobernantes tan buenistas como inconscientes. Hablamos de una España con una burocracia totalmente colapsada, donde la administración no responde un correo electrónico, los portales no se actualizan y nadie, absolutamente nadie, atiende al teléfono. Un país, donde hasta más del 50% de los que estaban “ilusionados” por sobrevivir con la renta mínima vital, siquiera habrán conseguido tramitarla.

Estamos hundidos. Hay que llamar a las cosas por su nombre. Estamos en una sociedad anímica y moralmente bajo mínimos, y eso queda retratado en nuestro día a día. No hay ni alegría, ni ganas de luchar. Esto es una absoluta deriva de nuestro sistema del bienestar y esto requiere un paso al frente. Urge una reconstrucción que se lleve a cabo sin dilación. Aquellos que dejen de abusar del poder lo vivirán como una catástrofe pero para la mayoría de las personas significará progreso, la recuperación del ánimo de la sociedad civil y la priorización del bien común. Esa debe ser la marcha de nuestra historia. Eso debería alumbrar nuestro presente y proyectarlo en el futuro. Frente a la pérdida del coraje, debemos luchar; y contra la hipócrita moderación y las quimeras del realismo que pretenden anestesiar las conciencias e inclinarnos ante la fuerza bruta que todo totalitarismo conlleva.

Tenemos que aprender algo que todas las generaciones anteriores conocían y constataban periódicamente: la seguridad total no existe, la seguridad total nunca ha existido. Nuestra aparente fortaleza económica, auténtico castillo de naipes, no es capaz de eliminar las debilidades crónicas de nuestra sociedad. No somos más fuertes, no lo somos. Una sociedad inerte, sin colectivos y asociaciones no domesticados, con los medios de comunicación castrados por sus resultados económicos que necesitan de la publicidad para sobrevivir. Tenemos una sociedad civil inexistente y por esto no somos capaces de reaccionar, y nuestra casta política lo sabe, lo conoce perfectamente. Esta es la peor de las pandemias, porque si fuéramos capaces de reaccionar nada estaría fuera de nuestro alcance. Tenemos que dar un paso al frente como individuos y como sociedad. No se trata de no tener miedo, se trata de aprender a vivir con él y adoptar una postura valiente, activa y decidida. Es nuestro futuro.

Luis Nantón

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