Tiempos oscuros, tiempos sin luz…la edad del hombre y sus costumbres. Una época, un último ciclo dentro de la imparable rueda donde vivimos embotados de una ceguera que nos impide captar lo trascendente, lo verdaderamente elevado, fatuamente obcecados en una perspectiva cultural que sitúa al hombre como centro y medida de todo.

El pasado 15 de abril las enigmáticas gárgolas de Notre Dame, misteriosas figuras que velan por la seguridad de París, no pudieron impedir el pavoroso incendio en este emblemático templo de Europa. También se mostraron incapaces en la época del terror jacobino, tiempos en los que se guillotinaba sin límites en nombre de la fraternidad universal, mientras se profanaba todo lo sagrado. Incapaces también fueron estos pétreos guardianes, de siquiera comprender los importantes daños ocasionados en otros siete emblemáticos templos franceses esa misma semana. Siquiera comprender…

Han quemado Notre Dame, y ya el gobierno francés, está estudiando proyectos para una reconstrucción. Posiblemente no se tengan en cuenta ni las formas, porque poco respeta la modernidad en cuanto a estructuras tradicionales, pero a buen seguro que la esencia se pierde irremisiblemente. Su sustancia estaba forjada con las vigas del tiempo y de la historia, y cargadas de multitud de mensajes y símbolos, para los que ansiaran entender, para los que quisieran aprender.

El arte gótico puede entenderse como argot, es decir, una clave que solo entienden un grupo de individuos, que comparten la norma. Ese argot aparecía “escrito” en la misma catedral de Notre Dame, donde a través de símbolos, se expresaba un mensaje. Desgraciadamente muchas cosas se han perdido. Un gran artista, pero un absoluto arquitecto profano, Jacques-Germain Soufflot, superintendente de los edificios del Rey, se encargó de revestir la fachada de la catedral eliminando todos los mensajes alquímicos. Ya no será posible que vuelvan a reunirse, como durante el siglo XIV, tanto en la puerta de San Marcelo, como en la Puerta Roja, para la ida de Saturno, los que saben leer los signos.

Todo esto lo expresa maravillosamente bien, un enigmático texto, publicado en 1923, famosa obra de un desconocido autor que responde como Fulcanelli, obra cuyo título es “El misterio de las catedrales”.

Fuente: Amazon.es

Todavía nadie sabe quién hay detrás del pseudónimo de Fulcanelli, eso sí, multitud de teorías y divagaciones, pero nada cierto y comprobado. Las hipótesis más divulgadas son que Fulcanelli fuera su conocido albacea Eugene Canseliet, otros apuestan por el genial astrónomo Camille Flammarion, otros por el físico Jules Violle y algunos, como el controvertido Jacques Bergier, optan por la posibilidad de René Schwaller de Lubicz. Nadie ha descubierto nada hasta el momento, aunque se han escrito ríos de tinta, pero mucha más aún, sobre el significado de sus dos grandes creaciones: “Las moradas filosofales y el simbolismo hermético en sus relaciones con el arte sagrado y el esoterismo de la gran obra” y “El misterio de las catedrales”.

¿Qué tipo de símbolos intentaba ofrecernos la catedral de Notre Dame, y posiblemente hemos perdido para siempre?:

  • EL ROSETÓN. Emblemático elemento de geometría sagrada que destaca en la Catedral de Notre Dame, así como en todas las muestras de arte gótico. En el templo más conocido de Francia está constituido por un medallón central que representa a la Virgen con el Niño, rodeado de tres grandes círculos concéntricos. Esas escenas sagradas que se crean cuando penetra la luz en los rosetones son jeroglíficos matemáticos relacionados con el paso del tiempo y con la energía que vibra dentro del interior del edificio. En torno al hueco central está la serie de los 12 profetas, que anunciaron la Encarnación de Jesús. Las otras dos esferas exteriores oponen en la parte alta 12 carismas frente a 12 vicios y, en la parte baja, asocian las faenas agrícolas a los 12 signos del zodíaco. El número de doce, producto de tres por cuarto (tres, símbolo de la Trinidad, cuatro, símbolo de lo terrestre) simboliza la Encarnación.
  • EJE CENTRAL DE NOTRE DAME.  La catedral medieval era edificada según los principios y reglas tradicionales propios del arte sagrado constructivo, que situaban el templo en el universo por medio de supeditarlo a un orden cósmico superior. En la entrada principal al conjunto religioso, encontramos diversas inscripciones y símbolos en la fachada en los que aparece una mujer manipulando algo, concretamente en tres escenas la dama presenta un Cuervo, que en alquimia representa el momento del nigredo, la fase alquímica de Putrefacción; una salamandra que representa el momento del proceso alquímico de la Calcinación; y por último, destaca una escena en que aparece con el Mercurio Filosófico entre sus manos, claro signo del opus.
  • PLANTA DE CRUZ LATINA.  Fulcanelli ve claros tintes alquímicos en la planta de cruz latina de Notre Dame. Nuestro desconocido autor otorga al templo cristiano medieval la categoría de microcosmos, conllevando que la catedral debe pasar a ser valorada como un universo en miniatura. El templo ha de ser considerado un mensaje en piedra del universo en toda su complejidad. Según Fulcanelli, la cruz es el jeroglífico alquímico del crisol en el que se encuentra la materia. En este caso la materia del crisol sería el Kristos en el instante de la Pasión. Simboliza la materia del crisol que muere, para resucitar purificada y transformada.

Son innumerables los ejemplos de pura geometría sagrada que encontramos en las variadas referencias de Fulcanelli, no podemos dejar de citar, aunque muy brevemente, al diablo del Maistre Pierre de Coignet, donde los feligreses apagaban sus cirios en una piadosa transmutación; o el hombre con el gorro frigio, a la usanza de los sacerdotes mitraistas, en búsqueda permanente de otros estados de conciencia.

Con Notre Dame de París se cierra una época. A diferencia de las puertas solsticiales, me asola la duda de si vislumbraremos nuevos periodos de luminosa apertura. Puede que sí, si contamos con los ejemplos necesarios. Uno de los más significativos, aconteció en el altar mayor de Notre Dame en mayo del 2013, cuando el historiador y ensayista francés Dominique Venner terminó sus días, regalándonos un último pensamiento: “Juzgo necesario sacrificarme para romper el letargo que nos agobia. Ofrezco lo que me queda de vida con intención de protesta y de fundación. Escojo un lugar altamente simbólico, la catedral Notre Dame de París que respeto y admiro, esa catedral edificada por el genio de mis antepasados en sitios de culto más antiguos que recuerdan nuestros orígenes inmemoriales.Cuando tantos hombres se hacen esclavos de su vida, mi gesto encarna una ética de la voluntad”.

 

Luis Nantón

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