Con los últimos saludos a este año 2015, también le decimos adiós a una de las figuras más notables y controvertidas de la Italia del siglo XX. Superando el umbral de 96 años intensamente vividos, falleció hace unos días Licio Gelli, el que fuera venerable maestro de la Logia Propaganda Due e instigador de múltiples sucesos y manipulaciones durante cerca de tres décadas. Aunque desde hace años, salvo en su Italia natal, disfrutaba de un tranquilo anonimato, ya lejano de la atención de medios, jueces y curiosos, su sereno fallecimiento ha supuesto el canto del cisne de una vida turbulenta, y de una especial forma de interpretar la vía masónica.

En 1981 el caso de la logia masónica P-2 explotó de forma brutal, cuando la Magistratura de Milán inició un complejo procedimiento judicial tras salir a la luz el listado de gran parte de los hermanos integrados en la citada logia italiana. Se llegó a hablar de un gobierno paralelo dado que políticos, funcionarios de alto nivel, banqueros, e incluso individuos cercanos a organizaciones mafiosas, influían permanentemente en las decisiones del poder en Italia a golpe de «tenida». Esto conllevó la dimisión en bloque del gobierno, aunque no es algo extraño en Italia, y la dimisión y procesamiento de múltiples parlamentarios.

Resulta indudable que con Licio Gelli es difícil, por no decir imposible, dilucidar los casos y misterios donde realmente estuvo implicado. Su propia vida es un mito, generando permanentemente los odios y adhesiones más frenéticos; pero con su muerte se desvanecen sus secretos. Nunca sabremos si realmente fue el corazón del golpe Borghese (intentona italiana de los años 60 junto con una manipulada extrema derecha), o hasta qué punto fue un instructor de la «estrategia de la tensión» que desequilibró gran parte de Europa durante los 70 y los 80. Somos pocos los que dudamos que estuviera plenamente relacionado con la Operación Gladio, denominación de la estrategia terrorista, con tintes supuestamente anti-comunistas, desarrollada en Europa y financiada por la CIA estadounidense. Por primera vez se habló abiertamente de la misma en el año 1990 por el Presidente del Consejo de  Ministros italiano Giulio Andreotti; Italia, Suiza y Bélgica desarrollaron investigaciones parlamentarias. Incluso la trama fue vehementemente condenada por el Parlamento Europeo en noviembre de 1990. Con la «estrategia de la tensión» se vinculan, más literaria que judicialmente, acontecimientos tan trascendentales como el supuesto asesinato del pontífice Juan Pablo I en Roma, el secuestro y eliminación del conocido político Aldo Moro o la extraña muerte del banquero Roberto Calvi, máximo magnate de la Banca Ambrosiana. Tampoco es desdeñable el pensamiento de que en ocasiones la realidad supera a la ficción.

Un momento culmen acontece tras el atentado terrorista de la estación ferroviaria de Bolonia, que salvajemente acabó con la vida de ochenta y cinco personas y más de doscientos heridos. Algo turbio manejaba el Sr. Gelli cuando fue condenado por múltiples delitos, todos vinculados a la eliminación de pruebas del luctuoso siniestro, a la distorsión de testimonios judiciales y a la desaparición de testigos potenciales. Fue procesado y detenido, tras una rocambolesca diáspora por diferentes países. Ingresó en la prisión de Champ Dollon, de donde escapó al parecer, según sus propias manifestaciones, porque se encontró con las puertas abiertas……

No por su importancia política o estratégica, sino por lo simbólico, debemos citar el poco conocido asunto de la profanación de la tumba del mandatario argentino Juan Domingo Perón en 1987. Varios estudiosos responsabilizan al jefe de la logia italiana Propaganda Due. Sostienen inequívocamente que fue un crimen ritual, de trascendente carga simbólica.

El  traslado de los restos de Juan Domingo Perón genero uno de los mayores misterios de la historia argentina: la profanación de la tumba del conocidísimo General. La tumba de Perón, que tras el golpe de estado del 76 fue trasladada al cementerio de la Chacarita, fue profanada en 1987. En una verdadera acción de comandos, unos desconocidos abrieron la bóveda, el ataúd y con una sierra cortaron las manos del cadáver, que se llevaron junto a un anillo, su espada, su capa y una sentida carta manuscrita con un poema que había dejado sobre el féretro su viuda Isabel. Este poema fue dividido en tres y sus partes se enviaron a afamados diputados peronistas, junto a un anónimo donde los profanadores avisaban de su obra y exigían un rescate de ocho millones de dólares. El anónimo llevaba una firma: «Hermes Iai y los 13». Las posibles explicaciones a esta extraña acción, y su peculiar firma, merecen un artículo independiente.

¿Qué razones albergaba Gelli para querer alterar la paz del fundador del justicialismo? Todo indica que se sentía profundamente decepcionado por Perón, a quien lo unía una vieja relación. También es necesario recordar el auxilio prestado por la poderosa P2 a José López Rega, el influyente secretario y ministro del General. Parece ser que en su momento el General Perón había comprometido con Gelli la exclusividad de las exportaciones argentinas a Europa mientras durara su tercera Presidencia. Un pacto que, al parecer,  nunca se cumplió.

Esta profanación simbólica, y la nunca negada obediencia masónica de Licio Gelli, es una buena oportunidad para hablar de otra leyenda vinculada a un emblemático cadáver. De entre todos los mitos que circulan en los medios masónicos a efectos didácticos e iniciáticos,  la muerte de Hiram es, sin duda, extremadamente importante. Estudiar las diversas implicaciones, al igual que el nacimiento de este tema, son fundamentales para perfilar nítidamente el papel histórico e ideológico de la masonería.

Nos enfrentamos a un psicodrama susceptible de diversas lecturas. La óptica moralista, aparentemente,  es la más aceptada en el discreto seno de las logias. La dualidad muerte-resurrección se manifiesta como una renuncia a las carencias y deseos que corrompen la naturaleza humana. Esta interpretación tradicional, aunque fruto absoluto de la masonería que ha perdido su carácter operativo y gremial, destaca frente al comportamiento de muchos adeptos, y su comportamiento como simple grupo de presión e interés. El tema iniciático central, es decir, la muerte del hombre viejo y la resurrección de un ser con capacidad de rememorar, de Ser es el objetivo primigenio: dominio y control sobre el cuerpo y dominio y control sobre la mente. A partir de este punto, alcanzado durante la iniciación como Compañero, se abre la puerta al recto pensar y al recto actuar; de lo contrario, la representación de la tragedia de Hiram no deja de ser una obra teatral necesaria para escalar los más altos grados de la masonería, pero desprovisto de un contenido cierto de apertura de la conciencia a niveles más profundos. Y si esto es así, la masonería dista mucho de ser una organización iniciática, y se convierte en una organización de interés común. De hecho, con independencia de la fundamental regularidad de la vía, en la actualidad el rito de Hiram se abandona paulatinamente por los adeptos de nuestros días.

Todo esto plantea una cuestión importante para estudiar a la masonería y sus objetivos. La iniciación que transmite una organización es válida si el capitulo es «regular». La regularidad queda definida por los ritos, organización y origen. Para que una organización sea regular sus ritos no deben haber sido alterados, desde su fundación, al menos en lo esencial. El Conocimiento procurado por la encarnación de la Cosmogonía requiere de enormes trabajos intelectuales, entre los cuales se incluye, primero que nada, la destrucción de todas las imágenes con las que nos identificábamos, para permitir intelectual e intuitivamente la adquisición de otro estado de conciencia,  que se revela conformando nuestro ser y sus conductas respecto a lo profano Si se altera alguno de los elementos, el resultado esperado varía. En la cuestión de los ritos cualquier alteración ha sido considerada, desde la más remota antigüedad, como invalidante. Si los sacerdotes romanos cometían un error en el desarrollo de un rito, debían realizar sacrificios expiatorios extremadamente complejos. No olvidemos en que devinieron los misterios de los antiguos constructores.

Muy honestamente, pero sobre todo muy humildemente,  hay que plantearse hasta qué punto la progresiva alteración de los ritos ha convertido en ineficaces a las organizaciones tradicionales que las sustentan. Eso sin tener en consideración al francés Robert Ambelain, quien en más de una ocasión, y no de forma velada, habla de contra iniciación.

Con Lucio Gelli, nuestro hierofante protagonista,  mueren muchos secretos; con la desaparición del venerable maestro quedan muchos capítulos sin escribir, pero también obtenemos una inconfundible muestra más de una organización tradicional que muy posiblemente perdió su original sentido hace siglos.

Luis Nantón