Este pasado mes de octubre celebramos el día de la hispanidad. Poco a poco, y gracias a la entrada de aire limpio y renovado en la vida política, algunas cosas van cambiando. Esta disruptiva corriente social y política intenta insuflar sentido común, con mucho esfuerzo, en un juego parlamentario tan viciado como inútil. Lo comento porque hace muy pocos años, uno tenía que pedir perdón por ser español. En cambio, este último día 12 de octubre, no es que sea para “lanzar cohetes”, pero disfrutamos de grandes diferencias, para los que estamos orgullosos de nuestra historia y nuestro legado cultural. Un sentimiento, el de sentirse satisfactoriamente unido a tradiciones y costumbres, bastante común en la mayoría de las naciones que he visitado.

La leyenda negra española fue un arma terrible, en manos de ingleses, franceses y holandeses, para batir al imperio español, ahí donde no podían superar a los viejos tercios. La propaganda lo altera todo, y con los conflictos actuales, lo comprobamos diariamente. Pero lo que es difícilmente comprensible, es cuando esa leyenda negra es mantenida y amplificada, de la forma más irracional e irresponsable, por los propios españoles. Sobra comentar que también es una cuestión de formación y bagaje cultural, de estudiar y comparar documentos y anales frente a una visión tan falseada y llena de prejuicios. Pero hay algo de masoquismo, en esta corriente progre de degradar y confundir nuestra historia, hasta límites verdaderamente aberrantes.

Vivo nuestra historia aceptando sus luces y sus sombras. No hay camino donde no existan errores y excesos. Lo mismo les ocurre a las naciones, como nos acontece a los individuos. La conquista española del continente americano, al igual que en todo proceso histórico, supuso una estrategia de poder, y surgen inevitablemente en su crónica, los mismos episodios de guerra, depredación y violencia que en cualquier otra conquista. Esa es una verdad, pero coexiste con la realidad del espíritu de misión, en el sentido religioso del término. En la mayor parte del proceso, fue una estrategia integradora, con exiguo derecho de conquista, e implantación de derechos para súbditos y ciudadanos, casi desde un primer momento.

Uno de los ejemplos más parecidos, a lo que supone la fusión de América con España, lo tenemos en el esfuerzo civilizatorio de Roma. Exactamente igual que Roma creó en el mundo de su época, un imperio sobre la base de su lengua, sus legiones y su derecho, así España creó en América un mundo sustentado en el cristianismo, su idioma y sus leyes. De hecho, la conquista la hicieron los indios porque fue su liberación. Por eso decía el filósofo mexicano Vasconcelos que la conquista la hicieron los indios y la independencia la hicieron los criollos. La mayor parte de las huestes que lucharon frente a incas o aztecas, eran otras tribus indias que eran cruelmente sojuzgadas por éstos, por eso, fue una conquista, una colonización y una guerra de liberación. No hay mejor prueba de lo expuesto, que la actual realidad hispanoamericana, fruto de todo aquello. Si los que arribaron con Colón hubieran sido ingleses u holandeses, a nuestros hermanos americanos los visitaríamos en los museos de antropología.

 

Las luchas y los combates fueron innumerables, y la devastación que siempre conllevan. Pero también sobre esta perspectiva hay que hacer infinitas matizaciones y filtrar numerosos tópicos. Los excesos románticos de la corriente indigenista nos han vendido la imagen del malvado depredador español que arriba a las costas americanas para explotar a los aborígenes. Es fundamental destacar que los indios son tan protagonistas de la Conquista como los propios españoles. Colón jamás habría podido quedarse en Quisqueya (La Española) sin la necesaria colaboración de una buena parte de los taínos. Hernán Cortés jamás habría conquistado México sin los tlaxcaltecas y otros pueblos aliados, Cortés fue un héroe, porque llamó a los oprimidos por los aztecas para acabar con esa opresión, y se hizo acompañar de 200.000 indios. Exactamente igual acontece con Francisco Pizarro, quien jamás habría conquistado el Perú sin los tallanes, los huancas y los chachapoyas, entre otros muchos. 

Para que nos hagamos una idea, el historiador argentino Marcelo Gullo, en su carta al actual presidente de México, Sr. Lopez Obrador, citaba a Williams Prescott, uno de los historiadores más críticos de la conquista española y uno de los más fervientes defensores de la civilización azteca, afirma: “El número de las víctimas sacrificadas por año inmoladas [por los aztecas] era inmenso. Casi ningún autor lo computa en menos de 20.000 cada año, y aún hay alguno que lo hace subir hasta 150.000”. Indudablemente fue una guerra de liberación. 

Con un buena dosis de rigor histórico, nos percatamos de las falsedades de la leyenda negra. La historia de España en América es uno de los periodos más intensos y creativos, porque España no fue a América para irse sino para quedarse, para construir y para fusionarse. Y fruto de ese aporte transformador son sus ciudades y sus gentes de hoy, que son un magnifico ejemplo de aquella gesta sin igual que hermanó para siempre a una comunidad de naciones que hoy engloba a 450 millones de personas.

Y ya que citamos a Marcelo Gullo, es necesario destacar la presentación de su nuevo texto “Nada por lo que pedir perdón”, libro que recomiendo muy sinceramente, al igual que su anterior título de gran éxito de ventas “Madre Patria”, ambos editados en Espasa-Calpe. Destaco a este importante autor, no solo por la ingente cantidad de datos que aporta para obtener una clara visión del proceso histórico que nos ocupa, sino, y, sobre todo, por la actual proyección que la progresía, el wokismo y la agenda 2030 hacen de la leyenda negra. Valientemente el profesor Gullo insiste en que el Foro de San Pablo está detrás de todo esto. Los miembros de este lobby globalista predican el “fundamentalismo indigenista” porque tienen como objetivo inconfeso provocar una nueva balcanización de las repúblicas hispanoamericanas, haciendo aparecer un Estado mapuche, un Estado quechua o un Estado aimara… Esta oligarquía es quien maneja las relaciones internacionales y quiere un mundo dividido en pequeños estados, un mundo basado en el utilitarismo, un mundo basado en el egoísmo. Son ellos quienes financian el fundamentalismo indigenista en toda Hispanoamérica, y por eso Evo Morales en Bolivia, Boric en Chile, Petro en Colombia, López Obrador en México… se creen antiimperialistas, pero son la mano de obra más barata que jamás tuvo un imperialismo internacional del dinero. Nos quieren divididos, porque fragmentados y pequeños seremos aún más impotentes en el concierto de las naciones y, por ende, más subdesarrollados. Porque la mayoría de los hispano americanos no están divididos porque son subdesarrollados, sino que son subdesarrollados porque están divididos.

Destaco que el profesor Gullo es un intelectual valiente, porque ahora vivimos en la dictadura de lo políticamente correcto. Uno de los núcleos del pensamiento único es la leyenda negra de la conquista española de América, que tiene como objetivo liquidar la Hispanidad como elemento cultural. Es necesario luchar contra esa dictadura, sin renunciar nunca al enriquecedor debate cultural. Muchos se someten a esa férrea dictadura y se autocensuran para no perder a sus amigos y su trabajo. En una cosa tienen razón los catequistas de la globalización: ni Pizarro, ni Cortés, ni Orellana, ni Elcano son héroes para nuestro tiempo. Ni los merecemos ni estamos a su altura. Mal acabará una civilización que escupe sobre la tumba de sus héroes. 

 

Luis Nantón Díaz