Las matemáticas lo explican casi todo. Las matemáticas resuelven no solo lo específico, sino las abstracciones más complejas. Las matemáticas ayudan a pensar y a clarificar la mente, aunque desgraciadamente no son de gran utilidad en tiempos de miedo y sumisión, donde miramos hacia otro lado, para evitar enfrentarnos a las naturales dudas. Se trata de contrastar la información necesaria, lo más objetiva posible, para poder adoptar decisiones lo más libremente que podamos. Pero para poder tomar partido, para adquirir cierta autonomía mental, es necesario adoptar una actitud activa, y esto es difícil de alcanzar cuando estamos abotargados en el sofá, con un ojo en el móvil y el otro en el mando del televisor.
Por diferentes cuestiones médicas, tanto propias como familiares, he conversado con varios profesionales del sector sanitario en las últimas semanas. Diferentes especialidades, pero siempre sanitarios en primera línea, y prestando servicio presencialmente en sus centros y hospitales. Todos comentan que este verano se habían incrementado notablemente las consultas en la sanidad privada. Al parecer la curva es exponencial, y posiblemente basada en que la sanidad pública se ha replegado en sí misma, por cómodas decisiones políticas y, como está contrastado, no se están atendiendo las apremiantes consultas de todo tipo que necesita y demanda la sociedad. Las enfermedades de siempre están ahí, asolando, limitando y matando con idéntica severidad, pero ahora te puedes dar con un canto en los dientes con una asistencia telefónica y una cita para dentro de muchos meses.
Todos los días, sin descanso, nos están aterrorizando con datos que no analizamos, y sobre todo con imágenes y titulares, que afectan a los sentimientos, que manipulan lo afectivo, con la única finalidad de atenazarnos mediante un miedo irrefrenable que nos impide la reflexión. Solo te expongo que pares un momento, solo te pido que frenes la locura de las descontroladas inquietudes y dediques parte de una jornada a pensar. Este pavor focaliza y direcciona toda una estrategia nacional en un único sentido, que posiblemente, sin darnos cuenta, está generando daños colaterales mucho más grandes de los que se pretende evitar.
Cada día son más los profesionales que están utilizando como primera reflexión un análisis del exceso de mortalidad. No pretendo hablar de nada más, solo que te permitas el lujo de comprobar los datos que te comento, coger la calculadora, y pensar libremente. Las conclusiones son y serán tuyas, yo solo te invito a utilizar las frías matemáticas para analizar la evolución de la pandemia. Seguro que existen muchos más datos y perspectivas, pero debo limitarme a la invitación a una reflexión base inicial, y a lo que se puede desarrollar en una colaboración periodística.
El exceso de mortalidad es un procedimiento estadístico que nos permite conocer el alcance de un hecho catastrófico. Tomamos el número absoluto de muertes durante el periodo afectado y lo comparamos, en idéntica tabulación, con los 5 años anteriores. Este es un dato difícilmente manipulable, sobre todo teniendo en cuenta lo arbitrario de la mayoría de los muestreos, pero el objetivo es conocer la incidencia y letalidad de esta crisis sanitaria.
Los datos no pueden ser más públicos, dado que se ofrecen por EUROSTAT, organismo dependiente de la Unión Europea. Vamos a comparar el primer semestre de este 2021, con los seis primeros meses de los años 2015, 2016, 2017, 2018 y 2019, correspondiendo las cifras extraídas al número de fallecimientos, con absoluta independencia de la causa del mismo, en este primer semestre, en quince naciones europeas.
Salvo dos singularidades estadísticas, encontramos una generalizada reducción de los fallecimientos, y puedes comprobar que en datos expresados en tanto x mil, casi todo son variaciones inferiores a un 0,58%.
Queda claro con los datos de EUROSTAT, aplicando lógicamente el efecto corrector poblacional, y utilizando como periodo de referencia este año 2021, que las variaciones son reducidas, nos encontramos en una situación muy parecida a la de los últimos años que no justifica esta campaña de fomento del miedo más irracional. Esto no son medidas, esto no es actuar con diligente cautela, esto es anestesiar al personal, mientras continúan con su agenda ideológica y su proverbial incapacidad.
Si utilizamos una proyección a nivel mundial, con los datos que ofrece la Johns Hopkins University, el total de muertes en el mundo por la COVID-19 es aproximadamente de 4.500.000 personas. Con una población mundial de aproximadamente 7.700.000.000, el índice de letalidad, desde el inicio de la pandemia, no llega al 0,06%. Utilicemos todos los coeficientes correctores que estimemos necesarios, pero obviando que hablamos de muertes que tienen nombre y apellido, y eso siempre es una pérdida irremediable, son datos que no justifican la paralización casi total de la economía, unas restricciones a las libertades consagradas por la justicia y una angustia generalizada donde cuesta vivir.
No estoy negando nada, solo animo a pensar. Emplear el espíritu crítico no es negar. No aceptar un mensaje reiterado hasta la saciedad por casi todos los medios no supone negar y esto lo escribo mientras debo reconocer que sufro angustia por manifestar lo que pienso, porque la presión social es asfixiante, estimulada diariamente por poderes económicos y políticos ineficaces.
Resulta difícil intentar vivir así, con este siniestro espectáculo, las 24 horas del día, de afamados virólogos, politólogos estrella y huestes televisivas que arrasan nuestra paz, nuestra quietud y nuestro futuro. Pero siempre evitando, y no comprendo por qué, ofrecer un mensaje diáfano, contrastable y transparente por parte de las autoridades. Debemos enfrentarnos a esta colonización de las mentes, no ponérselo fácil y evitar el simple binomio de amenaza/seguridad, miedo/salud. Una cosa es la información, el comparar datos, y otra bien distinta el que fomenten nuestra inacción y servilismo, estimulando un pesar irracional. Una verdadera epidemia psicológica que sí está arrasando el futuro de las siguientes generaciones, si es que eso le importa a alguien.
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SIEMPRE APRENDIENDO
Ante todo gracias por tu visita.
Te presento un recopilatorio de los artículos que semanalmente se publican en el CANARIAS 7, y que con auténtica finalidad terapéutica, me permiten soltar algo de lastre y compartir. En cierta medida, de eso se trata al escribir, de un sano impulso por compartir.
La experiencia es fruto directo de las vivencias que has englobado en tu vida, y mientras más dinámico, proactivo y decidido sea tu carácter, mayor es el número de percances, fracasos, éxitos… Los que están siempre en un sofá, suelen equivocarse muy poco…
Y, posiblemente eso sea la experiencia, el superar, o al menos intentarlo, infinidad de inconvenientes y obstáculos, procurando aprender al máximo de cada una de esas vivencias, por eso escribo, y me repito lo de siempre aprendiendo, siempre.
Me encantan los libros, desvelar sus secretos, y sobre todo vivificarlos. Es un verdadero reto alquímico. En su día, la novela de William Goldman “La Princesa Prometida” me desveló una de las primeras señales que han guiado mi camino. La vida es tremendamente injusta, absolutamente tendente al caos, pero es una experiencia única y verdaderamente hermosa. En esa dicotomía puede encontrarse ese óctuple noble sendero que determina la frase de aquel viejo samurái: “No importa la victoria, sino la pureza de la acción”.
Como un moderno y modesto samurái me veo ahora, en este siglo XXI… siempre aprendiendo. Los hombres de empresa, los hombres que intentamos sacar adelante los proyectos de inversión, la creación de empleo, los crecimientos sostenibles, imprimimos cierto carácter guerrero a una cuestión que es mucho más que números. Si además, te obstinas en combinar el sentido común, con principios, voluntad de superación y responsabilidad, ya es un lujo.
Si también logramos inferir carácter, lealtad y sobre todo principios a la actividad económica, es que esa guerra merece la pena. Posiblemente sea un justo combate.
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