Es más que lógico que gobiernos e instituciones se esfuercen en generar un permanente clima de confianza en la ciudadanía, sobre todo desde la perspectiva en que suelen clasificarnos: votantes, consumidores, inversores, etc. Todos, personas físicas y jurídicas,  necesitamos la premisa de la seguridad para poder seguir hacia adelante. Otra cosa bien distinta, es cuando esos necesarios discursos de recuperación y brotes verdes, se quedan en meros eslóganes propagandísticos, en vacios mensajes, que pese a su reiteración no van a materializarse de ninguna forma.

Queda patente que la frecuencia, está intentando sustituir a la calidad de los mensajes. Siquiera me molesto en recurrir al termino veracidad, solo me refiero a la base técnica de las afirmaciones, al propio sustrato de la comunicación. Ya ni “se lo curran” manejando confusamente indicadores económicos, o analizando parcialmente cualquier vector, que pueda apoyar el postulado de la ansiada recuperación. ¿Para qué?. Ni lo entendemos, ni tenemos interés, ni sirve para mucho. Lo importante es que todo va bien, y en los próximos años va a ir mejor.

Tras un año de desgobierno formal, donde tengo consistentes dudas de si fue un periodo positivo o negativo, ya tenemos un nuevo ejecutivo, plenamente operativo, que debe intentar despejar los serios nubarrones que oscurecen nuestra economía. Por supuesto, algunos dirán “que si los dejan”. Otros se limitaran a comparar las soluciones aportadas en legislaturas con mayoría absoluta, y el futuro no resulta más prometedor.
Hasta la fecha, y estoy pecando de generalista, ningún gobierno ha acometido las reformas estructurales que demanda una situación social y económica como esta. No hay que aburrirse citando esquemas macroeconómicos, es bastante sencillo, que no simple. Un estado debe gestionarse como un hogar, como una familia, con un presupuesto equilibrado entre ingresos y gastos. Como no actuamos de forma responsable, continuamos “fundiendo” nuestras reservas en “gastos corrientes” (lo que está ocurriendo con las pensiones) e incrementamos exponencialmente nuestros niveles de deuda.

Entonces nuestros políticos, que bien poco tienen de gestores, se limitan a dar pinceladas sobre dos vectores tan importantes, pero menos estructurales, como son el mantenimiento y generación de empleo y la recaudación tributaria. No importa el tinte político de los partidos. Utilizando viejas etiquetas como la de social-demócratas o liberales, al final ambas no son sino dos formas de un mismo sistema que se está desintegrando ante nuestros ojos. Con ambas opciones impera el “pensamiento único”, y con el espejismo de las alternativas aparecidas en los últimos años, ya no es ni único, ni pensamiento.

Pese a la mantenida y continúa subida del PIB , pese a la recuperación de los niveles de empleo con exasperante lentitud, no logramos superar el déficit presupuestario de nuestra economía. Esto no permite dilatar más los plazos para acometer medidas que intenten paliar dos graves problemas:

  1. La discutible sostenibilidad del actual sistema de pensiones
  2. La reforma del estado, y su sistema autonómico, para disminuir en origen el abrumador desequilibrio existente. Optimizar los recursos de la administración, para que, sencillamente, sea sostenible a largo plazo.

Pero la actual clase política continua inmersa en su casposa practica de medidas cortoplacistas. La proyección de sus estrategias de gobierno, sobre todo a nivel municipal, no van allá de los seis meses, y al final todo consiste en prometer esto y aquello, para ganarse el favor de la opinión pública. Al final se nos van escapando todas las oportunidades y seguimos con este paroxístico “vamos a contar mentiras……”. Y la canción se convierte en verdadera pesadilla, cuando toca periodo electoral, o de pactos.

Es una absoluta vergüenza que se tramiten nuevas partidas de gastos  (mayor empleo público sin estar justificado,  subsidios sin justificación o rentabilidad mínima, subvenciones variopintas, becas a mansalva y con criterios discutibles, etc.) o inversiones suntuarias para “hacer caja”, con supuestas reducciones de impuestos a los ciudadanos. No solo es una burda estrategia que ignora el futuro de próximas generaciones, sino una lógica de la mentira que esta abortando cualquier tipo de solución.

Solo con cordura y racionalidad, podemos mantener el estado del bienestar, y por eso resulta fundamental, más que nunca, la buena administración de los recursos públicos, que como todo en esta vida, son limitados. Optimizar recursos, hacer más con menos, eso es lo que necesitamos. Sobra decir que no hay “recetas sencillas”, todo resulta extremadamente complejo, pero se trata de actitud.

El optimismo es estupendo, nadie lo duda, pero el problema reside en que desvirtuar la realidad, intentar mirar hacia otro lado, en vez de aportar soluciones estructurales, no supone ninguna solución….todo lo contrario.
Tenemos recursos humanos muy validos. En la administración, en las empresas… en todos lados nos encontramos personas con capacidad, formación, experiencia, ganas e ilusión. Solo hay que dejarlos trabajar, y que una clase política que lleva décadas mirando hacia sus propios intereses, se dediquen a su muy necesaria regeneración.

Luis Nantón
https://www.luisnanton.com/